sábado, 22 de agosto de 2009

Virgen

El pánico inducido por el encuentro fortuito con la muda ciega de una serpiente, despierta tu interés.
Verás, es el terror de reconocer en esa evidencia, la mutabilidad de quien sostiene tu miedo.
No hay segundo de súplica, no hay espacio para la misericordia.
Ahí estás, contemplando ansiosa un cadáver falso de quien te asecha. Ojos rasgados por el tiempo inverosimil, lengua bífida auscultando el intante preciso de una mordedura venenoa.
Pecado y culpa, espacio para la duda, espacio infantil para la duda.
No hay fisuras en mi reptar hambriento, sacudido por voces extrañas, mañana, todo sonido pierde sentido. Hoy, murmullo audible para tu oído espectante. Hay vacío en tu ojos suplicantes.
No soy yo, y la espera nauseabunda del instante preciso en que aceptaste un juego pernicioso de huir y no escapar, al final, es la justificación de tanto júbilo contenido. Hay espacio para el silencio también.
Mañana el sonido licensioso de mi movimiento ondulante cosechará más que una frase mascullada hasta el cansancio, y no preguntarás por qué, comprenderás que la naturaleza de mi ser es acechante, y la tuya, de presa.
El encuentro fortuito de una muda ciega, enceguece tu espera.
Mañana mis colmillos ansiosos esperarán el momento exacto para clavar una respuesta precisa a una pregunta inexistente.
Tu pie hundirá mi cráneo hasta el vacío. Y toda venganza estará consumada.
Virgen de los silencios.
Virgen de la vergüenza.

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