lunes, 3 de agosto de 2009

Victimario

Nunca siembro lo que cosecho, siempre son otros los que se ocupan de hacer fértiles los áridos desiertos de la monotonía. En tí no habia excepción.
Cuando te encontré la rigidez cadavérica de los ademanes de tu rostro fueron la señal perfecta de que mi faena estaba pronta.
No me equivoqué, jamás me equivoco, y como un perro rabioso te olfeteaba llenando mis pulmones con el aroma de tu miedo.
Pero no te ladré, jamás ladro.
Y aquí estás tendida a mi lado sintiéndote tan segura. Y haces bien, pues soy el perfecto custodio de tu testamento, fiel ejecutor, que me has ido dictando copa tras copa.
Tomo tu cuello entre mis manos y estás sobre mi.
Susurros entrecortados. Espasmos.
Tus manos sobre mi cuello me hacen preguntarme si acaso no soy yo el victimario.
Y sigues sobre mi y no hay nada más que tú sobre mi. Y el dolor de mi placer intentando alcanzarte me distrae.
Me odias porque no puedo matarte.
Pero al amanecer, sobrios, volveré a sentir el dulce perfume de tu temor.
Y ahí no dudaré, quizás.
Soy el peor de los asesinos.

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