sábado, 1 de agosto de 2009

Segundo circular

A veces un temblor imprevisto, un ruido subterráneo.
A veces, un murmullo apenas audible, un chirrido molesto penetrando las sienes, hiriendo la conciencia.
Casi siempre un tedio infinito.
Hay un monstruo oculto debajo de cada cama, hecho de segundos circulares, un monstruo idéntico a ti, un gemelo siniestro que vive en la sombra, que te envidia, que te odia, y que a la larga te ama demasiado.
Es sencillo sucumbir ante la paranoia de su evidente existencia, pero menos sencillo resulta sentir su bocanada fétida a contra ritmo de tus suspiros. Se lleva cada molécula de aire que expiras, en un resuello inmisericorde.
Su miseria es peor que la tuya, su vigilia, cuando duermes, pura agonía. Pero esa vigilia también es circular, y tarde o temprano la tuya observa sus espasmos de pesadillas inciertas, tan perdido tu gemelo se haya en los laberintos oscuros de tus peores deseos.
Y allí, este incestuoso engendro se vuelve fraticida.
Detente un instante para mirarlo a los ojos, y comprenderás que sólo espera que le regales por compasión la eutanasia.
Detente un instante para mirarlo a los ojos, para descubrir la belleza de su moribunda súplica.
Detente un instante para mirarlo a los ojos y ver allí los tuyos.

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