jueves, 1 de diciembre de 2022

Mahakali

 Soy un demonio de cuatro cabezas. Cada cara apunta a uno de los cuatro vientos.

Al norte te siento, reina de la miel, acercándote en una danza suntuosa, arrastrando todo aroma que ha podido llamarse bello alguna vez. Tu presencia atormenta mis siete mentes antes de que mi alma se llene de un solo dulzor. Hasta las lágrimas huelen a ti. Retengo el aire y abro los ojos.

Al este te observo, vientre flor de loto, tus pétalos alimentan y protegen las dos mitades de mi corazón. Déjame vigilar el manantial que alimenta tu lecho. Cierro los ojos.

Al oeste te oigo, hija de las montañas, dando mil golpes, con tus mil brazos portando mil armas, alimentando la tierra que sostiene tus sagrados pies con la sangre de demonios y enemigos, dejando un espacio mínimo para la compasión entre cada mandoble inmisericorde. Acuden la ira y la muerte raudas devotas a tu llamada, gruñido a gruñido, alarido a alarido, aullido a aullido. Escucha mi plegaria y llena mis pies de furia, bendice mi estandarte con el que conquistaré la gloria en tu nombre sin que jamás gobierne temblor alguno mi mano y sin que jamás tu fuerza abandone mi puño. Susurro tu nombre esta noche y busco el silencio.

Al sur, pide mi mano tu tacto, mi frío cuerpo la calidez de tu regazo, mi espectro suplica descanso y mi alma reposo, recitaré tu mantra como responso y dejaré que me lleves.

Una a una, mis cabezas se volverán polvo mientras retengo el sabor de tu piel.

Dormiré.

Pero mañana volveré a adorarte.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Sombras y ecos

Miro mi reflejo cansino en la superficie quieta del frío lago, esforzándome por verme pestañear.
Y ralentizo el tiempo para capturar el exterior de mis párpados, pero aunque tienda a cero, la negrura no me deja en paz.
Porque si grito alcanzo a oír los ecos al callar, otro tanto la estereofonía de mi imagen debiese arrastrarse por el suave oleaje hasta golpearme el rostro, azotándome la mejilla para que reboten en mi cráneo las húmedas rocas del lecho fangoso que me repite la calma untuosa, presuntuosa, arrogante y estéril, del movimiento oscilatorio de toda esa luz atacándome en silencio, vociferándome que abra los ojos, que los cierre, que me mueva, que deje de respirar, que sonría, que muestre los dientes amenazantes, que revise mis imperfecciones, que denuncie mis torpezas y las sobrias asimetrías sombrías de cada átomo que compone los poros de mi piel, buscando herirme.
Buscando herirme inútilmente, ridículamente, desde las aguas, como si una magia imprevista rompiera el espacio milimétrico que nos separa, pero que colma toda la inmensidad del universo en esa mínima extensión; entre los perjurios y yo hay una distancia tan larga que mi mano extendiéndose al tacto los hace desaparecer.
Pero el espejo no se quiebra, se envilece, se trastorna y se deforma tanto que me llena de piedad y gratitud; ese mismo tacto, como si fuera caricia, entibia, quita la frigidez y me invita a nadar.
Cierra los ojos, deja de respirar.
Abre los ojos, baja hasta el fondo.
Toma las piedras y lávalas con tu sudor.
Mételas a tus bolsillos.
Sube a la superficie. Abre los ojos.
Vuelve a respirar.

lunes, 6 de julio de 2015

Escancia

Contenido el dolor, bien contenido en sonrisas forzadas y miradas débiles, intuyendo el ruido de susurros a gritos, con la certeza de un silencio bien ubicado, nos suplican las palabras que dejemos de hablar y concentrados, con el oído, el olfato y la vista rubí contemplemos el espacio que nunca se podrá llenar de vacío.
Pero la primera promesa rota se vuelve contra mí vociferando mi cobardía, que espanto con un golpe de revés de un cristal en mi mano, para chocar con tu mano, la primera mano, y explotar en mil fragmentos que son pequeñas promesas, rotas a su vez en sus propias colisiones, rasgando la carne y entregándola al sacrificio.
Y el tiempo llena ese espacio quemando las heridas mientras la sangre se vuelve más espesa.
Ahí en la hoguera recogeremos la arena para formar otras dos copas rojas y como dos mesías inversos convertiremos el vino en agua amarga que nadie quiere beber pero que todos debemos libar.

martes, 29 de julio de 2014

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Ciertas noches cerramos los ojos para alzar la vista al cosmos.
A veces creemos poder oír la música atávica que ilumina los salones celestiales, sintiendo como el vacío informe en su voracidad repleta el espacio entre dos motas de polvo suspendidas en el tiempo, titilando en los ecos de esa luz primigenia, deslizándose ente los grises de un sincopa secreto.
Siendo sólo trémulos espectadores del vals ancestral, a lo lejos en un infinito informe, la piel roza las mareas de calidez emanadas por cataclismos inconmensurables, para que la carne se desintegre y ya no sea ni ceniza.
Pero quedan los espectros viajando sin nada a qué aferrarse, viajando sin rumbo, viajando sin origen ni destino.
Viajando sin moverse, estáticos en un fluir demasiado intenso.
Y en el éxtasis de un suspiro contenido, el cosmos nos observa en silencio para no perturbar nuestro dormir sin sueños.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Espera


Después de una distancia que puede medirse en horas, intuyo a pesar del frío que el sol volverá a entibiar el camino.
Que borrará las marcas descuidadas de las pisadas, convirtiendo el lodo en polvo.
Intuyo también, por mi cansancio, que otro cíclico sueño real me rescatará de la certeza demacrada del tiempo, sacándome de este otro sueño repleto de seguros y de vacíos, como maleza tratando de esconder tu retorno.
A pesar del agua y la luz que alimentan ese silencio, la senda siempre sigue ahí, mientras intuya que quieres regresar.
Y aquí, yaciendo a tu lado, bendeciré ese verdor que me parecerá benigno si impide que vuelvas a partir.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Espejo

No le temo a la oscuridad, sino a la luz tenue que dibuja penumbras.
Por eso mi verdugo es mudo.
Aunque las estridencias llenan mi retina de manchas de colores que no se interpretar.
Pero tus susurros son fulgores que acarician mi paladar.
No soy preguntas, ni siquiera respuestas.
No hay comillas en mis gestos. Tampoco en mis recuerdos.
Aun así me intimida tu secreto.
Y si tu voz no me inspira ni tus formas, ni tus rostros.
Cada palabra dicha es mía, aunque lo niego.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Clon

Aunque coma la misma carne.
Aunque beba la misma agua.
Aunque respire el mismo aire, al mismo ritmo.
Con una boca mas pequeña, o mas grande.
Aunque sincronizara todas las pisadas usando el mismo calzado o con el pie desnudo.
Ni siquiera si las manos imaginarias fueran las mismas.
No soy yo con otro rostro.