sábado, 28 de noviembre de 2009

Respuesta

En los abismos cósmicos, justo en medio del primer ocaso y el último amanecer, un dedo acusador levanta las llamas impolutas de su destierro. Desde la cumbre más silenciosa le respondo.
Porque no es más que un débil espejismo la compañía aparente de otras almas, y no es más que vanidad el leve llanto sofocado en la distancia, desde aquí no percibo más que los ecos de un lamento inicuo, un par de lágrimas que se evaporaron hace siglos y una gélida caricia que fue tibieza quizás antes de que el mismo sol naciera.
E impertinente, interrumpo la insolencia que vociferas como si acá abajo la esterilidad de todo lo que te rodea fuese la misma, como si el polvo estelar se asemejase al voraz que cubre mis pies; un simple soplido bastaría para volverte a la vida, pero ahí en tu sublime majestad solo hay vacío. Y aunque al final todo lo que me quede es sumergirme en estas tinieblas terrenales, y ser por fin el alimento de los gusanos que ya me piden a gritos, durante un segundo, cara a cara, sostuve tu mirada, y no ignorando el brillo de tu pálido resplandor, cerré los ojos y te di la espalda.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Grises

Detrás de la cortina de humo delante de los rostros.
El resuello en la primera hora deposita cenizas sobre las repisas, y sobre tu piel, y el soplido que la vuelve cetrina, es también gris.
Cruel y vano, el tiempo, señorío sobre el pequeño pedazo de cielo que se adivina entre los pliegues de la delgada tela que te cubre.
La tibieza insoportable, y el sopor, la humedad inquietante, la alarmante espera, los ecos en medio de los muros vacíos, la vastedad de la desnudez de la memoria, los murmullos acallados en medio de esos ecos, un poco de luz amarilla, un poco de luz blanca, dos rayos de fatuidad convirtiéndose en uno solo.
Un montón de basura en los bolsillos de un traje perfecto y una sonrisa de ocasión (no hay peor ciego que el que quiere ver), como marco perfecto del primer brindis de bilis; el tintineo de las copas se desliza creciente, hasta convertirse en el anuncio sísmico que pretende ser, pero desvaneciéndose sutilmente en una falsa alarma...
Ego, bestia dormida, sigue ocultando el gris iris, mientras te mastico, te trago y te regurgito mordisco a mordisco.

martes, 17 de noviembre de 2009

En la trinchera

Hay un triste sabor a derrota en nuestras miradas al tendernos en la trinchera, mientras las balas vuelan rasantes sobre nuestras cabezas, y zumban somnolientamente en los oidos.
De cuantos caídos hay mas atrás, o ahí, adelante, no hay cuenta, pero cerca yacen aquellos de quienes conocimos su voz, y ya la desesperación de verlos caer, uno a uno, acribillados, o verlos desaparecer dejando un mancha horrible en el aire, en el suelo y en la retina, al final nos venció hace mucho, y se va postergando la ira y la tristeza infinita hasta las horas insomnes de sudor, terror y vacío.
Y el metal frío y sediento ha de entibiarse mientras vamos compartiendo alegremente nuestra desgracia, con una generosidad que no conoce límites, con los ojos del alma cerrados y contenido el aliento, siervos y esclavos de una voluntad ciega y asesina.
Aquí en la trinchera me imagino que podría detener el temblor de tus manos sosteniendo el arma, si fuese capaz tambien de entender que la llevases un día a apuntar a tu propia cabeza, o quizás a la mía, y en ese caso te sonreiría sin decir nada, y sería la única muestra de agradecimiento que estoy seguro que entenderías. Pero no puedo detenerlo, y llevarás la marca de quienes no deberían estar aquí, la llevarás allá, donde tampoco perteneces.
La claridad nunca dejará que mi mente se pierda en el triste sabor amargo de la victoria, como la niebla espesa, hija de estos humos que parecen no acabar jamás, oculta las estrellas que siguen brillando arriba en el cielo. Y me gustaría verlas antes de salir de aquí.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Si te vas a quedar de pie, estática, mirando como te sonrío torpemente después que me has abofeteado. No lo hagas.. Ni siquiera intentes acercar tu delicada mano a mi rostro sonrojado, ni pongas tus pies delante de los mios, no me dediques ni siquiera un silencio, ni siquiera una palabra; no me digas nada, no me pienses siquiera. Yo no te invento, ni te imagino, no me detengo a contemplarte; no espero un soplido de murmullos para ignorarte. No te abofeteo, ni tengo intención, ni siquiera me contengo. No me pidas que no exista, pues tampoco existo. No me sonrías ni antes ni después de que hayas alzado la mano, ni mientras; soy más estúpido de lo que crees y menos de lo que quisieras, hay más verdades en la cáscara de una nuez; más espacio en el vacío y más luz en los ojos cerrados; más compañía es mi sombra, hay más rostros que ignoras de los que has ignorado; más hambre en las entrañas vacías. Y si te vas a quedar mirando como te sonrío, toma asiento, o baila un poco.