sábado, 28 de noviembre de 2009

Respuesta

En los abismos cósmicos, justo en medio del primer ocaso y el último amanecer, un dedo acusador levanta las llamas impolutas de su destierro. Desde la cumbre más silenciosa le respondo.
Porque no es más que un débil espejismo la compañía aparente de otras almas, y no es más que vanidad el leve llanto sofocado en la distancia, desde aquí no percibo más que los ecos de un lamento inicuo, un par de lágrimas que se evaporaron hace siglos y una gélida caricia que fue tibieza quizás antes de que el mismo sol naciera.
E impertinente, interrumpo la insolencia que vociferas como si acá abajo la esterilidad de todo lo que te rodea fuese la misma, como si el polvo estelar se asemejase al voraz que cubre mis pies; un simple soplido bastaría para volverte a la vida, pero ahí en tu sublime majestad solo hay vacío. Y aunque al final todo lo que me quede es sumergirme en estas tinieblas terrenales, y ser por fin el alimento de los gusanos que ya me piden a gritos, durante un segundo, cara a cara, sostuve tu mirada, y no ignorando el brillo de tu pálido resplandor, cerré los ojos y te di la espalda.

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