martes, 1 de junio de 2010

Invernal

En medio de un frío seco, quieto, testigo mudo, arropo entre mis mantas el eco de tu voz llamándome entre el ruido eterno y glacial, esperando quizás la tenue nota que necesito para dejar caer mi insomne anhelo de tu aliento rescatándome y regalándome por fin, el silencio.
Y si tibia resulta ser al fin la espera, es porque las horas van inundándose de tu aroma antes incluso de que aparezcas, como si germinasen las semillas que dejaste la ultima vez aquí, donde todo fue siempre estéril, y de entre frágiles brotes emergieran los rojos y violetas desparramando la primavera que me acaricia cuando veo tu rostro sonriente.
Mañana tu cálida presencia derretirá el hielo crujiente del vacío, y evaporará el rocío de tu ausencia hasta llenar el cielo sobre nosotros con nubes blancas, y el agua pura de la lluvia que caerá sobre este suelo dedicado a tu sagrada existencia, me recordará la que vertiste en mi regazo regalándome la vida. Porque era dulce cada gota como el eco de tu voz susurrándome.