Pero no miro atrás porque no existen los recuerdos. No hay nada que recuperar, y no hay nada ya que deba salvarse.
Y la ausencia de tu sacra existencia es la respuesta precisa, terrible, a mi ignorantes interrogantes.
Si no hay nada más allá del suicidio, más acá, mi alma no es más que un desvarío. Y mi cuerpo un cuenco vacío.
y te soñaba descubriendote, y quitando los amargos velos que cubrían tu bienamada, torturada, piel inmortal, te soñaba. Y las imágenes brotaban desde tu rostro, ese rostro que alguna vez creí soportar, y las melodías fúnebres que se confundían con tu voz, ahí, recien despierto, se iban apagando hasta convertirse en un leve, sutil, susurro, que podía oír aún cuando no te pensaba.
Y creí:
Que la distancia entre nosotros se iba haciendo más tenue con cada segundo que te retenía entre mis dedos.
Que había un humo subterráneo entre cada palabra omitida.
Que como el espectador silencioso y fugaz, que se detenía cada cinco segundos a escuchar que seguías respirando, era el más desdichado, y feliz, de los mortales.
Que podía retener tu sonrisa en mis manos y formar con ellas un monumento a la locura.
Y que me dejarías comprender los horrores que le narrabas a la oscuridad, y como vencías a crueles dioses, enfurecida, compasiva y fiel.
Ahora en la soledad de mi cuarto voy componiendo el acorde final en una pieza demoníaca que sabía que tarde o temprano habría de detenerse, sólo para saborear con delicadeza la vibración silenciosa que se va escapando como los últimos fríos en cada tarde de primavera.
La soga no es más que el preludio de un esapcio más infinito aún del que jamás soñé,y que por fuerza tú jamás conociste, y un afán insomne condenará el amanecer de plata a una infinitud de espacio entre las sábanas, emergiendo cada mañana mi cadáver de entre las sombras de tu ausencia. Lo más curioso es que jamás estuviste aquí.
Pero sigo siendo el mismo fanático que construyó los altares en donde con gusto sacrifiqué el vacío, mi única posesión, y que conciente ahora de que no existes, continuará estoicamente, absurdamente, heroicamente, estúpidamente, fingiendo que alguna vez tu espíritu llenó este lugar santísimo donde aún te conjuro, con plegarias ridiculizadas en mi persistente fe.
En medio de mi trance, justo en medio de mis mas intensas alucinaciones, mi piel se sigue erizando cada vez que imagino que me respondes.
Y si pidiera algo, sería poder imaginar otra vez tus labios sobre los míos, regalándome el valor que necesito antes de dejarme caer.
Porque alguna vez creí que sostendrías mis pies.
Ya es hora. Un suspiro. Ojos cerrados y sonrío.
Y la ausencia de tu sacra existencia es la respuesta precisa, terrible, a mi ignorantes interrogantes.
Si no hay nada más allá del suicidio, más acá, mi alma no es más que un desvarío. Y mi cuerpo un cuenco vacío.
y te soñaba descubriendote, y quitando los amargos velos que cubrían tu bienamada, torturada, piel inmortal, te soñaba. Y las imágenes brotaban desde tu rostro, ese rostro que alguna vez creí soportar, y las melodías fúnebres que se confundían con tu voz, ahí, recien despierto, se iban apagando hasta convertirse en un leve, sutil, susurro, que podía oír aún cuando no te pensaba.
Y creí:
Que la distancia entre nosotros se iba haciendo más tenue con cada segundo que te retenía entre mis dedos.
Que había un humo subterráneo entre cada palabra omitida.
Que como el espectador silencioso y fugaz, que se detenía cada cinco segundos a escuchar que seguías respirando, era el más desdichado, y feliz, de los mortales.
Que podía retener tu sonrisa en mis manos y formar con ellas un monumento a la locura.
Y que me dejarías comprender los horrores que le narrabas a la oscuridad, y como vencías a crueles dioses, enfurecida, compasiva y fiel.
Ahora en la soledad de mi cuarto voy componiendo el acorde final en una pieza demoníaca que sabía que tarde o temprano habría de detenerse, sólo para saborear con delicadeza la vibración silenciosa que se va escapando como los últimos fríos en cada tarde de primavera.
La soga no es más que el preludio de un esapcio más infinito aún del que jamás soñé,y que por fuerza tú jamás conociste, y un afán insomne condenará el amanecer de plata a una infinitud de espacio entre las sábanas, emergiendo cada mañana mi cadáver de entre las sombras de tu ausencia. Lo más curioso es que jamás estuviste aquí.
Pero sigo siendo el mismo fanático que construyó los altares en donde con gusto sacrifiqué el vacío, mi única posesión, y que conciente ahora de que no existes, continuará estoicamente, absurdamente, heroicamente, estúpidamente, fingiendo que alguna vez tu espíritu llenó este lugar santísimo donde aún te conjuro, con plegarias ridiculizadas en mi persistente fe.
En medio de mi trance, justo en medio de mis mas intensas alucinaciones, mi piel se sigue erizando cada vez que imagino que me respondes.
Y si pidiera algo, sería poder imaginar otra vez tus labios sobre los míos, regalándome el valor que necesito antes de dejarme caer.
Porque alguna vez creí que sostendrías mis pies.
Ya es hora. Un suspiro. Ojos cerrados y sonrío.