miércoles, 9 de marzo de 2011

Como un reloj

Despierto con los ojos cerrados.
Percibo la terquedad inquieta de una roca sumergida a medias en la tierra.
Recojo los perfumes del agua pura.
Me alimento de los seres invisibles que respiro.
Oigo la voz silenciosa de los vientos marginales.
Dormito entre las mareas y el cielo ardiente.
Recojo la sal residual de frutas y mieles.
Bebo el dolor principiante de los árboles.
Me desnudo si deja de mirarme la noche.
Lavo mi cuerpo entre las espigas y la hoz.
Seco lo que queda con la luz de las estrellas.
Duermo con los ojos abiertos.

Sin título

Si pudiera tocarte detrás del cristal, quizás sabrías quien es el prisionero y quien el visitante.
Si pudieras traspasar el hálito cálido que nos envuelve sin derretir tu piel, calmarías mi sed rozándome apenas con tu humedad en mis labios.
Hay luz que muerde, en los secretos, iluminando rostros sonrientes, y una rojiza expresión en las miradas.
Luz que traspasa jaulas y nuestras imágenes refractándose en mil pedazos antes de convertirse en sombras.
Cuerpos descuartizados reuniéndose en piras extinguiéndose en el horizonte, mientras las llamas corroen el tiempo, convirtiendo en solo un instante preciso y locuaz, el pasado y el futuro.
Sin embargo soy de astillas y metales, y me inmolaría en un delirio nocturno si no necesitara verte otro amanecer.