martes, 1 de diciembre de 2009

Herejía

Esta primera noche sin viento, sin siquiera una brisa, debería ser prólogo mas no epílogo de los conjuros con los que la llamo en medio de melodías desesperadas, porque la diosa, convertida en el más mínimo de los mortales, recorre lenta y porfiadamente un gólgota desprovisto de toda esperanza, inmisericorde.
No hay vinagre que humedezca su boca, ni lanza que me diga si sigue viva, pero no se ha rasgado velo alguno y ningún meteoro ha sido seña de su martirio.
Aquí, su único testigo, con los ojos vendados, y aunque quisiera poder estar en su lugar, aunque fuese un segundo, no soy mas que un triste discípulo que la ha negado mas de tres veces, y yo daría con daga vengativa un golpe de revés y arrancaría mil orejas, pero es su misma mano la que sana y la que detiene, la misma mano que acaricia y reprende, a mí, su único ciego testigo.
¡Y no elevaría plegarias malditas, ni desafiaría heréticamente al hacedor allá arriba en los cielos, a ese sínico idiota, si no me pidieses ser tu Judas!

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