lunes, 7 de diciembre de 2009

A tu salud

En un instante impreciso de lucidez vociferante, entre una copa y su siguiente, brindo a tu salud triste impostura espectral.
La desnudez de la palidez cadavérica de tu torso que intuí entre mis dedos, es golpe certero, categórico, a la pregunta que va empañando el cristal frío que hoy sostengo y si ambos llevé a mis labios alguna vez, solo este néctar libado en fraternal ausencia me da otra respuesta, mientras el silencio sella al silencio detrás del delgado velo de las pobres palabras que te dedico.
Y no habrá otro amanecer de plata en el que mastique mi vacua espera, ni otro infinito cosmos se quebrará en mil pedazos detrás de las cortinas, ni habrá reposo, nunca más, en el sosiego de las cenizas.
Que la fetidez de tus restos agusanados purifique el aire viciado de mi habitación, mientras el ave carroñera se alimenta de tus despojos, y si bien dulce habría sido arrebatarle un trozo, ya mi paladar no soporta el gris áspero, astringente, de tu carne muerta.
El último sabor que de ti retengo se desliza, a tu salud, lubricado con el polvo de mis zapatos, en mi débil conciencia alcoholizada, desde mi boca a mi garganta.

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