miércoles, 23 de diciembre de 2009

Al amanecer

Cuando se filtraron los espacios oníricos entre las sábanas deslucidas, me atrapó un silencio que llevo colgado al cuello. Cuando las paredes de mi habitación se destiñeron convirtiendo el vacío en un blanco luminoso, dejó de enceguecerme el fulgor de la luz del sol.
Y aunque el ansia se va disipando convirtiendose en dulce fe, no necesito desesperanzarme llenando una hoja blanca con letras de furor y pánico, ni acallar cada pregunta imperiosa con un ruido paranoide y gutural. La piel es más elocuente.

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