martes, 4 de agosto de 2009

Menguante

Hace años ya que ocurrió el último de tus plenilunios.
Si hubiese sabido antes hubiese buscado tu diestra desde el comienzo, así desde el principio me dibujarías apenas en la penumbra.
Y mis penosas ofrendas te ofrecí alrededor de gigantezcas hogueras, piras de débiles presas, cuando el sol lo anuncia me detengo inmediatamente. Pero sigues, a veces, observándome, y mi vergüenza es tan infinita como infinito es tu sueño.
Bajo tierra los restos de cada víctima se pudren como el silencio.
Una vez quise cantarte, buscando sosiego, no quiero seguir asesinando para que sepas cuanto te venero. Pero te irritaste tanto que desapareciste por horas, días, meses.
Cuando tu rostro enrojecido me dijo silenciosamente que me detuviese, la porfía de mi fe idiota me lo impidió. Ahora te vas lentamente otra vez, y aunque siento que sigues ahí, simplemente dándome la espalda, quisiera ver de lleno tu rostro antes del fin.
Mañana la hoguera estará en la otra mitad del cosmos y como si hubieses estallado en millones de pequeños pedazos, la luz estará diseminada en la infinidad del cielo oscuro.

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