martes, 18 de agosto de 2009

Caminaba tristemente

Te recuerdo, después de tanto tiempo.
Caminaba tristemente. Decías que yo a veces caminaba a así, tristemente, lo decías y nunca entendía. Ahora entiendo. Caminar tristemente. Me decías tantas cosas que nunca entendí, y que ya no podré entender.
Recuerdo ese día que te conocí, cuando sentí tu aroma mezclado con alcohol, no te había visto todavía. Luego te ví, tan extraño, con esa mirada esquiva pero que me traspasaba. Estabas ebrio, te recuerdo casi siempre ebrio. Te conocí tan poco. O quizás te conocí demasiado, porque decías que ebrio eras más real. No lo sé.
Te comencé a recordar por ese aroma, el de tu perfume, nunca te pregunté cual usabas, y tampoco lo volví a sentir, pero supongo que en tu piel terminaba siendo distinto. En cada piel debe ser distinto, quizás por eso nunca lo volví a sentir.
Debí decirte tantas cosas, eso pensaba, incluso estaba por decidirme a llamarte y pedirte que me vieras, que me volvieses a decir que me amabas, como la primera vez, cuando nada te dije, porque no había nada que decir. Lo necesito ahora, que me ames, como solo tú podías hacerlo. Quizás la diferencia es cómo lo decías, quizás tampoco me amabas.
Estaba por decidirme, la brisa que me trajo tu olor era tan hermosa que te amé un segundo, un instante, te lo iba a decir, de verdad.
Luego vino el golpe, el chirrido, el metal doblándose, mi carne desparramándose, el dolor intenso, el instante en que entendí que no había visto la luz roja, y tampoco al furioso automóvil que arrastró mi cuerpo una distancia infinita.
Ahora el adormecimiento, y otra vez tu olor.
A un metro de mí veo una mano antes de que mis ojos se cierren definitivamente, pero es sólo una mano, el resto del cuerpo no sé dónde está. La mano huele a ti. Cómo quisiera que fueras tú.

No hay comentarios: