sábado, 1 de agosto de 2009

De hoja caduca

Una sutil brisa fría te sumió en la desnudez.
Como un murmullo de martillos el golpe fue fatal.
Y el manto marrón y amarillento bajo tus pies es el recuerdo de tiempos más cálidos.
Entre esa espesura tetimonial hay jóvenes cadáveres, que yacen ingenuos y sin culpa, arrastrados en un frenesí ciego y suicida.
No fue la primera vez que te observé, pero sí la primera en la que descubrí la fealdad de tus raices, y tus dedos deformes, tratando desesperadamente de tocar el cielo.
Y lo tocas, pero no es suficiente.
En tu quietud inquieta, temblorosa, el tiempo se rie de ti, de tus estériles intentos de conquistar la eternidad, Y sería un juego justo de no ser por la sed infinita que te ha congelado el rostro en esa mueca espantosa de dolor, de lucha.
Y con gusto retomaría la senda para encontrarme otra vez frente a ti, esta vez armado con una afilada hoja para apurar tu muerte, tanta agonía merece mi violenta recompensa, pero sé que otra brisa más tibia traerá devuelta tus andrajosas vestiduras, y que volverás a creer que el mundo ésta vez te sonríe, y hallarás compañia en quienes te desprecian tomandote como un objeto, una herramienta, un refugio, o alimento, y cavarás cada vez más hondo buscando saciarte, despertando el tacto resbaladizo, una viscosidad nauseabunda, que considerarás necesaria justificando un sol brillante. Y yo estaré ebrio de melancolía mirando como cada uno de sus rayos va marcandote con surcos imborrables, y deseando que las noches vuelvan a ser largas para ser el único, otra vez el único, que no te denosta cuando ya no sirves para nada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

sigo siendo...ahora es como si te describieras a ti mismo.