sábado, 8 de agosto de 2009

Humo y cenizas frente al espejo

Subimos a mi habitación a buscar tus cosas, te acompañaría hasta la puerta y te diría adiós. Lo ocurrido antes no importa, de pronto todo comenzó a existir ahí, justo en ese momento.
-Fumémonos un cigarro antes.
Los encendí y me senté a tus pies. Con las rodillas dobladas te veías tan pequeña como siempre. Te sonreí.
-¿Cómo crees que sería feliz?-me preguntaste divertida.
Advierto en tus ojos siempre la trampa de tus especulaciones.
-Así-respondí de inmediato, tan brutalmente sincero como quieres que sea.
Un hilo de voz me traspasó de lado a lado.
-¿Así cómo?
-Así, tal cual, daría mi vida porque siguieras así.
La seriedad de tu rostro me asustó. Como un mal reflejo en las aguas, tirité esperando la siguiente pregunta. Quizás debí mentir, siempre me lo pregunto, y la respuesta ya no vale nada. Pero faltaba más.
-¿En serio?
Sabes que no bromeo, que nunca bromeo. No hay pretención alguna en lo que digo y siento, hay espacio, un espacio amplio en donde puedes habitar cuanto te plazca, y una puerta mucho más amplia aún. Desde el umbral, te miro.
-Si de mí depende nunca cambiarias.
Tus ojos brillaron por primera vez, me pediste que me acercara.
-Son hipótesis-me dijiste-. Siempre juegas.
-Bajo tus reglas siempre juego.
-¿Y no temes perder?
-Siempre pierdo.
Me besaste furiosamente, y de verdad me sorprendió, nunca dijiste nada, nunca demostraste nada, siempre tan distante, siempre tan dulcemente distante. No era real, llegué a pensar.
Dejaste que te besara, que recorriera tu rostro deteniéndome en cada ausencia. Dejaste que te abrazara, y bajo mi cuerpo te arrullabas como si escaparas de frío, de ese frío persistente que todo lo corrompe. Sentí tu deseo tímido insinuandose en mi oído, y las mareas de culpa inundándote espasmódicamente en cada corto suspiro.
-¿Cómo llegamos a esto?-me preguntaste de pronto.
No lo sabía, pero pensé con rapidez.
-Me preguntaste cómo serías feliz, y te respondí que así, tal cual eres, que ya eres feliz. Me besas porque lo que te hace feliz es que te ame, en silencio y a la distancia. Ahora te detienes porque ya no es en silencio, y estás cerca.
-Deberíamos irnos-me interrumpiste.
Sí, había sonado terrible, pero era verdad.
-Quédate conmigo.
Me volviste a besar, esta vez con más furia que antes. Permitiste que en mi insolencia levantara tu blusa y acariciara tu piel, me dejaste recorrer con los labios los laberintos de tu delicada vulnerabilidad, unos segundos, antes de preguntarme, rogando, con la mirada, porqué todo era tan extraño.
Desperté con tu aroma aún embotándome el juicio. No quise respirar para retenerlo, ya ha pasado tanto tiempo que es la única forma de recordarlo. Sentí como se evaporaba tu humedad en mis labios. Cuando ya no pude más, encendí un cigarrillo.
Siempre te sueño después de visitar tu lápida.

No hay comentarios: