domingo, 9 de agosto de 2009

Invisible

El último hombre invisible está muerto.
Recuerdo cuando me di cuenta que existía. Lo escuché una vez llorar mientras me quedaba dormida. Al principio pensé que era un sueño, o una alucinación inducida por lo que solía ingerir por aquella época, en las noches.
¿Cómo supe que era el último? No lo sé, quizás porque nunca pude encontrar otro, aunque probablemente no haya buscado lo suficiente. Lo sabría de todos modos, porque quienes conocimos su existencia de alguna manera, nos damos cuenta de que otro comparte ese secreto. Una señal, como un hálito frío en medio de la calidez del aliento, algo así. Y he preguntado, bastante, y me responden que no, que no han visto a otro (aunque ver es un decir). Me Es suficiente con ese antecedente. Bueno, yo digo que era el último hombre invisible, pero la verdad, bien podría ser el único, en ese caso también es el último, creo. El primero y el último.
El último hombre invisible no solía ocultar su existencia, no lo hacía a propósito por lo menos, ruido, así se delataba, no era muy cuidadoso. Me pregunto porqué no lo hacía, quizás ahora estaría vivo si no se hubiese delatado.
La mayoría de las personas que supieron que existía no le temía, parecía tan indefenso, y tan triste. Pero algunos temían que su invisibilidad le hiciera posible introducirse dentro de otro cuerpo, e incluso, ver los pensamientos. Una idea estúpida. Y si fuese cierto tampoco era para temer.
Una vez intenté entablar una conversación con él. Pero no respondía, y curioso, dejaba de hacer ruido. Quizás la forma en que veía el mundo era diferente, ajena a como lo vemos nosotros, quizás su pensamiento se configuraba de acuerdo a esa misma extraña visión, pues ser invisible debería afectar a cómo percibes el mundo, creo, me imagino. No me dijo nada y no insistí. Debió sentirse tan solo, pero no lo estaba, en lo absoluto, y muchos creemos firmemente que más que lástima, le llegamos a tener un poco de cariño. Ojalá lo haya comprendido alguna vez.
No sé si podía tocar, si tenía tacto, creo que no, bueno, yo nunca pude tocarlo a él, lo intenté varias veces, es que me producía una leve curiosidad el ignorar porqué estaba ahí, porqué me buscaba. Ahora que lo pienso un poco mejor, quizás no me buscaba, simplemente estaba ahí antes de que yo llegase, una coincidencia.
¿Cómo supe que había muerto? Bueno, una vez creí sentir algo en mi piel, como un hilito de agua o algo húmedo que me recorría el muslo. Me toqué pero mi piel estaba completamente seca. Luego sentí el aroma. Olor a sangre, me olí la mano, era sangre, sangre transparente, e intangible, pero olía. Le pregunté si estaba herido pero nada dijo, como siempre.
Con el tiempo ya no volví a oir su pesado andar, su respiración acelereda, sus llantos.
Unos días después alguien me contó, una amiga, que en la casa de un conocido en común había un extraño aroma. Le dije que me acompañara a ver de qué se trataba. Cuando entramos comprendí. El extraño aroma, una fetidez entre dulzona y picante, era olor a cadáver. Obviamente no encontramos nada al registrar la casa. Obviamente el aroma lo producía el cadáver del hombre invisible. Sacamos todos los muebles de la casa. El olor seguía ahí. Limpiamos todo, aboslutamente todo. El olor seguía ahí. Me imaginé su cuerpo pudriéndose, alimentando invisibles gusanos, convirtiéndose con el tiempo en invisibles moléculas, en indivisibles átomos. Aconsejé al dueño de casa que se mudara, y creo que eso hizo.
Cuando lo recuerdo siento un poco de tristeza, lo extraño un poco también.
He llegado a pensar que alguien lo mató, pero es difícil, pues tendría que haber sido con un arma invisible, y claro, nadie la podría tomar. O quizás sí lo mataron con un cuchillo invisible, otra persona invisible, pero silenciosa. O quizás se suicidó.
Bueno, nunca lo sabré.

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