domingo, 6 de septiembre de 2009

Lástima

Zumbido eterno y luz hipnótica.
El último de los sentidos comunes, la vergüenza, se niega a abandonarme.
No sé como poseo aún un poco de pudor, después de que otras manos me asearan, que otros rostros contemplaran mis carnes que ya comienzan a atrofiarse. Defecando mi miseria en un recipiente blanco, con indiferencia no se puede ocultar el asco, y ahi está, permanentemente, mezclado con un poco de ironía, envuelto en lástima, defecando mi vergüenza, ni siquiera es mi mano la que evita que mis heces se vuelquen sobre las sábanas, que comienzan a oler, a ese punzante hedor de inmovilidad. En realidad no puedo sentirlo.
Aquí, confinado en mi cuerpo, sólo se puede pensar, ya ni siquiera sentir. Qué emoción, qué sentimiento puede albergar un saco vacío, inerte, de huesos, como el mío. Mi cabeza es ahora una celda sin puertas, dónde ni siquiera yo puedo entrar.
Cuando intenté arrepentirme ya era demasiado tarde, si tan solo una pizca de debilidad en mi obsesiva planificación hubiese salido mal, si tan sólo un ápice de duda hubiese dejado el espacio suficiente. Lo peor es que no recuerdo porqué, no consigo recordar qué sentía, qué pensaba, porqué la decisión era tan natural, tan evidente sólo quedan rastros de esa evidencia.
Soga al cuello, suficiente altura, manos atadas, un pequeño brinco, o quizás sólo me dejé caer, y el dolor partiendome el alma en dos. Me arrepentí del dolor, del sufrimiento, había salida, lo sé, había opción.
Desperté ya inerte, al parecer mis ojos se habían abierto antes. No oigo, no hablo, veo muy poco, no puedo oler nada. Ni sentir.
Tres minutos. Tres minutos y treinta y dos segundos después, un poco antes de lo previsto, alguien me vio, alguien me descubrió.
No quería morir, recuerdo vagamente el miedo, el pánico de dejar de existir. No quería morir, sólo dejar de vivir, dejar de existir.
Y ya no existo, inmóvil desde hace siglos, me pudro como un cadáver, pero sigo aquí, eternamente despierto, oyendo nada, excepto un zumbido eterno.
No me mires con lástima, con verdadera lástima, no necesito que me des la libertad que crees que me darás apagando el artificio que me mantiene muriendo. si pudiese hablar, te lo diría. Y te pediría que por favor, nunca apagues la luz.

No hay comentarios: