lunes, 21 de septiembre de 2009

Apoptosis

Por una sola ventana, lor tenues tentáculos de la muerte se deslizan por el aire, vibrando, estimulando los desiertos claros a tu alrededor, golpeando rítmicamente las sienes, abriendo pequeñas grietas en el cráneo, que con la fuerza febril de su líquido interior, se van convirtiendo en oscuros túneles, y ahí, en el fondo, veo la luz.
Luz grisácea, luz violeta, luz rojiza, parpadeando estupefacta mientras corro desquiciadamente hacia la diosa, que con los brazos abiertos espera guardar en silencio los tesoros de tanta agonía, a la luz del amanecer, pequeños objetos insignificantes que se cubren de gloria en medio de las cenizas.
Un grito acallado de hastío es la máscara perfecta de la debilidad de un pecado repetido hasta el cansancio, y Cada ventana, excepto una, se han ido cerrando, esperando pacientemente el día en que toda la farsa se deshaga en un suspiro, en una mirada anhelante, o en una sonrisa después del llanto, en un leve contacto con la piel de quienes ya te esperan a la salida del túnel, o cuando ese sonido hiriente, permanente, agudo como un rechazo, sea tan intenso que no lo puedas acallar.
Ese día quizás comprendas que nada tenía sentido.
Y esa noche te lo volveré a recordar.

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