lunes, 6 de febrero de 2012

Reyes

La piel se vuelve pálida, en escala de grises. Sombras agudas en los rostros de jóvenes mártires, sin sangre en las manos, ni en los pies, mientras el atalaya acumula su ira torpe y desquiciada, para terminar convertido en polvo, roca contra roca. Imaginarias derrotas y pírricas victorias. Los minutos se dilatan como las pupilas irritadas, en el lento devenir de la masacre. Campo devastado en arenas limpias, una carrera suicida y atemporal: girando en un sinfin de horas muertas. Y todo queda quieto, estático, en un sin-final. Ambos cerca, sin tocarse, sin odio y sin paz, amagando por enésima vez una estocada inútil y febril, en un baile absurdo, todo queda en nada. Tablas.