jueves, 11 de agosto de 2011

Sucesión

Aquí estás, príncipe de mezquinos reinos, autocomplaciente, con el sabor del último festín aún en tus labios, con marcas caníbales, saboreando los residuos de las presas aún sangrantes, acariciando la gillotina que feliz, te acaricia de vuelta.
No hay paz más grande que la de tus ojos plenos, aunque detrás del cuello el frío lacerante insinúe apenas un indicio de culpa.
Y las manos limpias, puras.
Me vuelvo tu cómplice mientras me arropo en tus mantos.
Porque no soy inmune, ni tú tampoco, al hambre ni a la sed.
Sería tu heredero si me lo pidieras. Me negaría si me lo rogaras.

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