lunes, 1 de noviembre de 2010

Parentesis

Preso de una inmovilidad asfixiante, queda apenas un rastro de inercia a punto de ser vencida, momentum rígido y peso muerto, un par de horas para el sosiego, disfruté cada segundo hasta hace media hora atrás, en un lapso de frío y de lluvias que jamás terminaron en diluvios.

En medio de otro amanecer irrespirable, me doy cuenta que solo fui sed, un pedazo de tierra seca e infértil, esterilizada por las sales del fracaso y ni el estiércol de unas huérfanas letras y espacios rompería la roca en su aridez. Roca sólida que no sirve ni siquiera como sepulcro.

No me queda otra brisa en la tarde, o un poco de fe o de miedo para retener el aliento, ni siquiera un silencio para guardar.

Si ya no hay nada cerca, el horizonte es un espacio infinito.

En el vacío no hay distancias.

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